Ya pasamos la primera semana de Febrero y el tiempo, como si quisiera acabar de dejar atrás este ultimo año perdido para muchos, sufrido para otros pero sobre todo, vivido por todos aquellos que aún nos mantenemos en pie esperando la llamada definitiva, me muestra con la eclosión de las primeras margaritas silvestres el anuncio de la primavera.
Llevaba demasiadas semanas alejado de mis escritos y pido disculpas a todos los que me siguen y leen esta sarta de dislates que mis ansias por la libertad de los cubanos, unas veces mejor que otras logran hilvanar porque es lo que tiene la locura, que muy pocos saben descifrarla y aun así… bendita locura!
El silencio no ha sido estéril. Trabajo por Cuba desde cada momento que mi alter ego rodeado de hijos, pacientes virulentos, esposa y hasta unos perros irreverentes, me permiten transmutarme en mambí. Así es como casi siempre estoy «en silencio», -como debe ser-, trabajando por aquellos que han llegado a este 2021 y se han encontrado con precios desmesurados, escaseces de todos los colores y obligados a seguir silenciados, encima con un «nasobuco» todo un símbolo de la Cuba que hoy sin opciones sigue su inmutable rumbo hacia el abismo, bajo la capitanía de Díaz Canel que tiene su timón conectado por control remoto con la oficina del Primer Secretario del PCC.
Han sido semanas interesantes en las que hemos tropezado con algún que otro cocodrilo llorón, los mismos de siempre clamando anexiones, intervenciones de todo tipo o anunciadores del apocalipsis castrista por arte de birlibirloque. Luego los reformistas, plebiscitarios incapaces de entender no por mala voluntad sino porque con su incompetencia para escuchar al prójimo e imbuidos en sus planes y aspiraciones que más parecen campañas electoralistas que libertarias no me apetece comprenderlos pues la verdad, ya me cansan.
Por suerte para quienes poco o nada esperan de todo este batiburrillo, -Liborio y compañía-, capaces de manifestaciones y caravanas mediáticas en «The Sunshine State» que prefieren desconocer la urgente necesidad de promover esa conciencia entre quienes verdaderamente necesitan manifestarse y que en muchos casos ni siquiera lo piden abierta o veladamente porque los condiciona la portabilidad de un pasaporte cubano, hay muchos otros que convencidos de la inviabilidad de cualquier posición frente a la mafia comunista que no sea buscar su exterminación con la imprescindible colaboración de esos cubanos hoy todavía amaestrados desde la desinformación, la coacción y la dependencia, vamos buscando caminos comunes que nos permitan una mayor calidad de decibelios en medio de una cacofonía tumultuaria más cercana a quienes bailan aunque estén inundados hasta el cuello, que a quienes cada día callada y obstinadamente sabiendo que el camino a la libertad necesita de sembradores que poco les importe a quién dará sombra el árbol de la libertad, plantan y riegan como buenos patriotas.
Y en ese andurriar esquivando liberticidas hemos tropezado sin querer unos con otros. Y alivia la carga saberse acompañado porque ya son décadas de tropiezos y tropezones que deben apurarse porque la oportunidad puede no repetirse, y aunque nuestros paisanos dentro a quienes amamos por encima de cualquier cosa no nos entiendan cuando decimos que la solución no es seguir parasitando a imagen y semejanza de su creador sino salir a exigir el pan de sus hijos en cada plaza de Cuba porque es eso o morir de inanición como aquellos judíos en los campos alemanes, aquí estamos convencidos que no hay más salidas para los cubanos que protestar y determinarse frente a los mafiosos castristas ya sea por patriotismo o por hambre porque al fin y al cabo llevamos seis décadas de amarillo y el vestido rojo sigue esperando en el armario.
No cejaremos en el empeño de despertar, de aclarar, de pujar si es necesario por la libertad de quienes hoy esperan un milagro que no llegará porque no acaban de comprender que ellos mismos son el milagro. Y estaremos siempre o al menos hasta verlos libres. Unas veces nos escucharán como el clarín llamando a degüello, otras ni siquiera seremos un susurro porque esto tiene esta guerra en la que estamos que ha de saberse «andar oculto» cuando es por el bien de todos, pero no importa porque para quienes nos hemos embarcado en esta travesía sin más alforjas que aquellas que guardan el deseo de verlos libre, émulos, gordos y pletóricos de colesterol si así lo consideran los muchos y buenos carnívoros que somos la gran mayoría. Porque de eso va la libertad amigos míos, de hacer lo que mejor te plazca aunque te haga daño pues es tú elección, que limitaciones solo tendrás una: nunca dañes a tú prójimo.
Así que confíen, eso sí: esperar… ni de coña!