Fábrica de necios.

Dijo aquel filósofo alemán nombrado Immanuel en uno de sus aforismos: «el sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca». Los cubanos teníamos un refrán mucho más acorde con nuestra desenfadada manera de decir las cosas: rectificar es de sabios. Pero fuese como fuera que queramos explicarlo al final hay una máxima, y es que el hombre tiene en su naturaleza algo instintivo que le impulsa a mejorarse, a auto-reciclarse en función de su aspiración de trascendencia.

La mafia castrista supo desde siempre, desde que escogió para nosotros el sistema estalinista de los soviets que necesitaba anular ese instinto de superación. Pero cómo hacerlo si eso es algo natural que nos ha sembrado Dios en el alma e imposible de anular? Muy fácil. Se convirtieron en los únicos suministradores y con una libreta de racionamiento como símbolo de los nuevos tiempos, nos impusieron una vida de estrecheces para que el instinto que prevaleciera sobre todos los instintos, fuese el de supervivencia.

Se sirvieron para ello de todos aquellos miserables que indignamente se alinearon contra los que ellos mismos llamaron «humildes de la patria» en un maquiavélico plan en el que administrando pequeñas dosis de anestesia condicionaron el comportamiento social de los cubanos. Fueron años de mensajes por tierra mar y aire no solo de Granma y compañía, sino de una UNEAC hecha a la medida de los deseos del emperador mojón para que al final se cumpliesen los versos del «poeta nacional» cuando dijo que los cubanos iban a tener lo que tenían que tener dijo, -imagino refiriéndose al hambre-. Pero hubo muchos serviles, muchísimos como el Silvio que cual flautista guiando a todos al matadero nos cantaba cuando ya el Muro de Berlín era escombros «yo quiero seguir jugando a lo perdido, yo quiero ser a la zurda más que diestro». Manda huevos!

Y Cuba casi en su totalidad la tarareaba mientras enfáticamente esgrimíamos con rabia y sin saber porqué, «allá Dios que será Divino yo me muero como viví».

Ya he llegado a la media rueda y cada vez me resulta más difícil tolerar la necedad. Y es que no hay nada peor que un ignorante parapetado en su ignorancia. Pero lo que en un individuo es relativamente fácil de manejar, cuando la necedad es asumida a nivel social resulta una empresa complicadísima que muchas veces lleva a la frustración y dejación a quienes en ella se embarcan. De ahí que muchos cubanos que deciden denunciar al castrocomunismo y se enrolan en proyectos disímiles terminen abandonando sus afanes y regresando a la vida contemplativa.

Me fue difícil en lo personal asimilar aquella fotografía de unos habaneros bailando en medio del huracán con el agua hasta la cintura mientras se les caía el solar encima. Es cierto que en toda persona lo reconozca o lo niegue habita la chispa Divina y con ella la posibilidad de salvación que es lo mismo que aspirar a trascender. Pero igualmente es cierto que después de seis décadas de manipulación y coacción, desde un plan premeditadamente elaborado para la intrascendencia de quienes convirtieron en «masa» en favor de la tra$cendencia de unos pocos, y que gracias a todo lo esquilmado al pueblo cubano tienen a sus familias a$eguradas hasta la quinta generación, es doloroso y me produce un gran pesar que me impide censurarlos.

Pueblo necio por omisión que entregó su voz y algún órgano más a quienes los han utilizado solo para sus propios fines, hoy sin libreta de racionamiento, sin dinero y sin comida, les exigen que sigan gritando «socialismo o muerte».

Los cubanos hoy están llamados a levantarse y reclamar que les devuelvan la voz. Porque el pastel debe alcanzar para todos o no hay pastel que valga. Es eso o seguir tarareando a la rata Rodríguez hasta el final: «yo me muero como viví».

Rectificar es de sabios!

Publicado por Antikomunista

Cubano exiliado por la tiranía castrocomunista que dándome a escoger entre dignidad o esclavitud no me dejó opción alguna. Hoy ciudadano europeo consciente de la pretensión del comunismo en prevalecer disfrazado de epítetos pos modernistas para evitar situarse en el estercolero de la historia humana, estoy aquí con humildad pero determinación a dar mi aporte para su extinción sea en Cuba o allí donde busque la simpatía de quienes desconocen lo terrible de esta ideología.

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