Con esto de la Cumbre europea me he quedado reflexionando sobre cosas que clasifican como de las del comer, y considerando que para un cubano de la generación del 70 la comida es cosa seria, me gustaría compartirlo con vosotros.
Durante años busqué como buscaban los pioneros que se hicieron a la mar que terminaba en una gran catarata abismal una tierra firme al oeste del mundo, la concordia y comunión entre aquellos que clasificaban como opositores al comunismo castrista. Lo hacía basado en un principio fundamental: en la guerra quien no sirve para matar, sirve para que lo maten. Aún el más inútil opositor es útil desde su realidad limitada al plan general. E inútilmente los conminé a todos con independencia de sesgos ideológicos o deficiencias programáticas por amor a Cuba, pues no puedes pedirle peras al olmo.
Me rendí a la evidencia. Era esto una especie de “misión imposible”. Y después de idas, venidas, bajadas y subidas comprendí que aglutinar agua con aceite es idea perdida. Lo hicieron los de la mafia criminal en los 90 con el gasoil, y terminaron echando a perder todo un parque de locomotoras bolcheviques.

Entonces me convencí de que la ideología era imposible separarla a la hora de buscar la necesaria “juntamenta contrarrevolucionaria” si quería avanzar, pues con reformistas y socialdemócratas virtuales era complicado.
Y me fui al exilio histórico. Abracé entonces a quienes teníamos coincidencias sobre la bestia genocida y el levantamiento de los cubanos no como sociedad civil, sino pueblo llano. Y comenzó a tomar forma el equipo de cazafantasmas. Y llegamos a la Plataforma Cubana por la Libertad.

Pero no era suficiente. Nunca lo es cuando se trata de liberar pueblos. Y entonces se atisbó en el horizonte la posibilidad de juramentar a exiliados europeos y pusimos proa a la Cumbre, aunque algunos auguraban era un rumbo hacia el despeñadero entre cumbres borrascosas.
Ya antes de llegar las señales eran inquietantes. Liberales, centristas y conservadores juntos no era un buen augurio, ya sabemos que en Perico se había estigmatizado la relación con aquel “a correr…”
Y resultó que a pesar de maledicencias, de los palos de ciego a las ruedas de un esfuerzo libertario nos reconocimos por encima de cuestiones ideológicas, pues estaba en juego la identidad frente a algo superior que nos trasciende y eleva: la libertad de millones de compatriotas atrapados en las pezuñas de una banda genocida de hienas marrulleras.
Unos desde el reaccionario planteamiento de denunciar, otros desde la apuesta por una oposición accionaria que sabe que quien da primero da dos veces, pero todos confluyendo en la necesidad de exterminar, de colaborar, de despertar a quienes son los protagonistas del cambio.
Eso sí, no encontré ningún lapidario. Esos que son incapaces de renunciar a sus proyectos reformistas y a las tesis impuestas desde potencias extranjeras que jamás han priorizado al pueblo cubano. Es verdad que han conseguido pequeñas victorias en escaramuzas muy loables en algunas ocasiones pero inútiles frente a una verdad incontestable: el régimen genocida sigue vivo y desgobernando a un pueblo encadenado y viviendo una oprobiosa existencia.
Así que pusimos nuestra bandera de resistencia y sabotaje popular al lado de otras muchas con el convencimiento de que juntar esfuerzos entre accionarios y reaccionarios es útil y bueno para la causa de la libertad. Y lo conseguiremos no me caben dudas pues estamos en el lado correcto de la historia.

Los lapidarios? Que se dejen de cincelar sobre la lápida cubana y dignifiquen su opositora condición poniéndose al servicio de la patria, pues un poco de carne de cañón siempre viene bien.
Y nosotros a lo nuestro que el palenque está necesitando cimarrones, pues la esclavitud o la servidumbre que es lo mismo que estar muerto, no pueden ser una opción.

A por ellos!