Si progresas te mato! Fue lo primero que me vino a la mente cuando un primo me ha enviado una fotografía de su última ocurrencia. Como para un empresario la publicidad le gusta aunque esta sea negativa, voy a promoverlo… aunque no como él quisiera. Qué voy a hacer si me ha tocado una llaga? Ahí va, con ustedes señores y señoras… el camello veloz.

Cuando en agosto de 1960 el mojón en jefe anunció las primeras intervenciones,_ norteamericanas todas_, todos aquellos borregos que aplaudieron la iniciativa estoy seguro de que no se les pasó por la cabeza, que aquel boomerang iba a regresar a rajárselas.
La orden ejecutiva sería ejecutada por milicianos que armas en ristre, se presentaron en las 26 empresas de aquella calurosa mañana. Fue el pistoletazo de salida del despropósito comunista que puso milicianos hasta en el último negocio de americanos, chinos, españoles… y cubanos. Así pasó en nuestro caso con fincas, ganado, la quincalla de mi abuela paterna… o la peluquería de la madre del dueño del camello, que igualmente con poco menos de 10 años presenció tanto el latrocinio castrista como las lágrimas e impotencia de su madre y tía abuela mía.

Este como muchos, como yo mismo hizo lo indecible en la Cuba que nos tocó sufrir para vivir lo mejor que pudo. No hay reproches por ello, pues cada cual abrió la ventana que le dieron las fuerzas o la inteligencia para respirar, había que hacerlo por puro sentido de supervivencia.
Pasa que luego de mucho andar te toca tomar el camino al exilio. Político por supuesto pues desde los opositores propiamente dichos, pasando por las putas, los homosexuales, los emprendedores o los atravesados como el que firma este artículo, todos con independencia de la superficie, en el fondo hemos abandonado lo nuestro porque un sistema totalitario y genocida no nos ha dejado margen para ser felices.
Y hoy cuando ya las canas llenan su cabeza, cuando se supone ha terminado el proceso de aprendizaje y experimentación sobre las cosas y caminos de este mundo, me viene este hijo de su madre… a recordármela.
Mi tía abuela la recuerdo todavía con su Corea, sus tembleques y su álbum de fotografías que mientras pudo enseñaba a todos, a mí también. Y ahí estaban las hermanas juntas en su peluquería donde lograron con puro esfuerzo mantenerse y prosperar. Eso hasta que los “igualaron por abajo”, por puro capricho de un desquiciado y la desidia de millones de manipulados. Descansa en Paz tía Aida, que yo me ocupo de darle donde ya sabes.
Pensando estoy que como yo estoy en España y él del otro lado del charco no me va a llegar el puntapié. Hay otro modo de joderle y es igualmente eficaz, ya enunciado: la cruz del gato… si camellas te capo!