A Dios lo que es De Dios.

Este post es especial y no es una simple afirmación. Es una certeza teniendo en cuenta de que hoy hablaré de un momento trascendental para mí como persona de fe. He visitado El Vaticano.

Cualquiera dirá: pero si es una realidad cotidiana. Al Vaticano lo visitan en promedio unas 4-5 millones de personas. Que tiene esta visita de especial?

Para responder a esta pregunta primeramente debo hacer algunas precisiones. Soy cristiano confeso, bautizado por opción a los 33 años (2003). Y más, siendo un “desheredado” tuve el privilegio de haber sido confirmado en la fe de Jesucristo por Monseñor Agustín Román. El constructor de la Ermita de la Caridad, el primer Obispo cubano en EEUU… todo un acicate.

Decir igualmente, que en mi camino a esa realidad de fe existieron circunstancias, historias y hombres, que de alguna forma influirían en mi predisposición para no aceptar el mensaje con invitación implícita, que desde siempre escucharía en el paraíso proletario cubano de mano de sus reproductores. De los protagónicos mi madre, mis hermanos masones… y San Juan Pablo II a quien en 1998 le escuché pedirnos después de haber pasado a nuestro lado bendiciéndonos como buen pastor, animarnos con aquella invitación que aún hoy resuena en mí: “no tengáis miedo…”

Fue este último, un líder verdadero en cuestiones de justicia social. Sabía perfectamente cómo era vivir en el comunismo y fue para los desheredados obligados a sufrir esta genocida realidad en términos históricos, nuestro mejor campeón. Yo entonces quedé prendado de sus palabras y sentí su hombro dispuesto. Como lo sintieron millones de cubanos por aquel entonces, cuando entendimos, que aquel hombre no hablaba por hablar. Los años pasaron y hoy sin su presencia física, nos queda su mayor tesoro: sus palabras y valores trasmitidos, su recuerdo. Igual que con mi madre.

No acudía allí como uno más. O al menos no desde el concepto que como turista podría aplicárseme en lo relativo al resto del viaje a Roma. Si acaso, uno más entre quienes desde la fe entendemos al Vaticano como uno de los centros de peregrinación cristiana. Y así entré en la Basílica De San Pedro: como uno más.

Lo primero, lo primero. Así di gracias a Dios por el privilegio de ser y estar. Por la Misericordia para con quien no es más que el último de la fila. Por la familia. Por la salud. Por la prevalencia de la buena voluntad entre los hombres.

Luego lo inmediato: la cripta. Quien quiera entender la fuerza de la iglesia simplemente tiene que bajar para descubrir en la antiquísima lista de pontífices enterrados allí, la fuerza de la continuidad en el mensaje con independencia de sus circunstánciales portavoces, y que a día de hoy se está necesitando como nunca,_ mis dudas en relación a ciertas realidades vaticanas actuales de las que he escrito públicamente me serían despejadas en el momento en que vivencie el tercer sacramento_.

Recorrí con admiración todas esas esculturas. Desde la tierna Pietat de Miguel Ángel encerrada tras cristales, hasta la indescriptible obra escultórica del Papa Alejando VII. Así transité la Basílica, en un estado que pudiera definir como de sosiego placentero.

Pero llegó el momento largamente esperado, y ya con el espíritu dispuesto me atreví a entrar al espacio donde reposa San Juan Pablo II.

Describirlo no es ni prudente ni posible sin explayarme más allá de lo razonable. Por decir, decir que recé, lloré, y que como cubano pedí a quién único podría entenderme a pesar de hallarme entre tanta santidad… saben lo qué quiero decir?

Y sí. Le pedí por los cubanos. Para que despierten de tanta apatía. De tanta inmoralidad. De tanta desvergonzada connivencia dentro y fuera, con un régimen que los ha esclavizado, vejado, ignorado, reprimido, dividido, extorsionado y exiliado durante generaciones. Y claro eso solo podía pedírselo a un santo. Pero no a uno cualquiera, sino a quien en vida me había regalado su presencia, su bendición, y su exhortación a ser libre.

Salí de allí con la medalla de quien me declaro devoto. Es Karol Józef Wojtyła mi único intercesor frente al Padre en cuestiones militantes, pues para interceder por mí en lo personal tengo a María. La Santa Madre De Dios a quien cada día a la hora mediana le imploro…” ruega por nosotros pecadores ahora, y en la hora de nuestra muerte”

Amén!

*** para aquellos cubanos comprometidos con el final del castrocomunismo que necesiten un descanso al final de un día de coherencia y resistencia frente a la oprobiosa realidad empeñados en modificar, les dejo un buen ejercicio espiritual.

Oración a San Juan Pablo II

!Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo dónanos tu bendición!

Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido, y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo para llevar a Jesús a todos y a todos a Jesús.

Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar, volver a mirar hacia lo alto para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en la tierra.

Bendice las familias, ¡bendice cada familia! San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia.

Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz.

Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios.

Amén

Publicado por Antikomunista

Cubano exiliado por la tiranía castrocomunista que dándome a escoger entre dignidad o esclavitud no me dejó opción alguna. Hoy ciudadano europeo consciente de la pretensión del comunismo en prevalecer disfrazado de epítetos pos modernistas para evitar situarse en el estercolero de la historia humana, estoy aquí con humildad pero determinación a dar mi aporte para su extinción sea en Cuba o allí donde busque la simpatía de quienes desconocen lo terrible de esta ideología.

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