Recuerdo perfectamente la letra, aunque sólo de escucharla me daban náuseas. Cómo no ibas a tararear lo que te repetían y repetían por tierra, mar y aire. “Yo me muero como viví…” decía el estribillo. Claro que en 1992 con el comunismo internacional humeante aún entre los escombros del Muro, esto podía tener algún sentido para los cubanos adscritos a UJC/PCC, y los despistados entre la desinformación, el ocultamiento y la ausencia de comparativas. Hoy y a pesar de que Novedades de Moscú hace ratón y queso no circula y mientras las redes de datos llegan a muchos, aún se ven ciberclarias y demás hierbas “orgullosamente” a pesar del hambre, la insalubridad, y las carencias de todos los colores publicar memeces bajo el hastag #yomemuerocomovivi. Un despropósito.

Pero la necedad en el cubano es una “marca de la casa”. Fuimos necios desde tiempos pretéritos a la propia nación. Como cuando dejamos morir al padre de todos por pura egolatría y razones de parte. O cuando permitimos cabalgar hacia la muerte a quien debimos preservarle para la paz.
Lo fuimos cuando acabando de inaugurar la república ahorcamos a mambises por el color de su piel. Igualmente cuando aceptamos la insana costumbre de elegir militares para tiempos democráticos. Y continuamos siéndolo cuando a pesar de las riquezas y los acomodos del país, no supimos crecer en independencia verdadera. Ni decir de cuando permitimos una guerra civil en nombre de unas desigualdades perfectibles. Y para rematar, cuando asumimos que la igualdad en la pobreza fuese nuestra medida de justicia social.
Precisamente y sobre todo por necios hemos caído en este último tiempo de oprobiosa existencia y una vida de cadenas. Pero dimos la espalda a quienes debimos escuchar, pues nos lo gritaron hasta ser fusilados en los muros de La Cabaña. Porque combatimos y etiquetamos de bandidos a quienes eran simplemente patriotas. Porque señalamos y nos enfrentamos a quienes por pensar diferente, les etiquetamos de gusanos siendo nuestra propia sangre. Porque renunciamos a pensar en favor de un pensador único, a quien entregamos nuestra soberanía por pura necedad. Y es que siempre hubo hermanos advirtiéndonos, a quienes no quisimos escuchar por pura necedad.

Hoy no es muy diferente ni siquiera entre quienes convencidos del despropósito castrocomunista, ignoran qué significa oponerse a tal engendro. Y porqué ocurre? Por la misma necedad de siempre. O es qué más de seis décadas de supervivencia del totalitarismo cubano-soviético no son suficiente prueba de nuestra irreductible necedad?
Y aunque hoy la masa de quienes con solvencia y capacidad para advertir ha crecido, y los necesitados de referencias tienen mejores opciones para crecer y convertirse en fuerzas útiles al proyecto de libertad, siguen por esa actitud antropológica ajenos a la llamada. Por si fuera poco, gracias a un cacharro llamado teléfono inteligente los ciegos ven, los sordos oyen, y los incapaces aluden una solvencia antinatural que van soltando a diestra y siniestra sin que se les arrugue la frente, favoreciendo para alegría castrista este tiempo de oposición virtual y/o estética.
Pero no me amilano. Voy e insisto en que solo desde una oposición alejada del efectismo y centrada en la extinción como prioridad nacional podremos garantizar un futuro de libertades. Me miran y no necesito confirmación de lo que ronda por esas cabezas endurecidas entre la toxicidad comunista arraigada y una genética social propensa a la sordera. Entonces regresan los acordes que creí poder silenciar: “Dicen que la necedad nació conmigo… la necedad de vivir sin tener precio… yo me muero como viví…”.

Es que se puede ser más necio?
Tranqui tronco que le hablaba a mi alter ego…
Muy bueno este escrito
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Gracias por la sensibilidad… anticomunista. 🇨🇺
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