Para que aquellos ojeadores de títulos y lectores de primeros párrafos que están preguntándose de qué va esto puedan seguir su camino, les resumo: esto va de «la Calabacita». Un personaje televisivo que mandaba a dormir a los niños cubanos a finales de los 70, justo antes del noticiero nacional de televisión. Pasaba con su almohada llena de «dormidera» por encima de los pueblos regando sus polvos, para enviarnos a la cama a descansar. Era una versión proletaria inspirada en la «Familia Telerín» del madrileño José Luis, que gracias a Dios nos evitaba las dosis de desinformación que justo a continuación recibían diariamente los adultos, acerca del fin del capitalismo y el futuro victorioso del comunismo mundial. Hoy después de reflexionar sobre estas cosas creo fue un chanchullo de la CIA que les colaron a los castristas por la puerta de atrás, para reducir la infestación ideológica. Y es que donde único el comunismo nunca ha podido controlarnos, ha sido en nuestros sueños. De ahí el mérito de aquellos polvos cuyo único defecto era que por aquella época, solo lo consumíamos los niños.

Y es que soñar no cuesta nada… o sí. Eso depende de la realidad que te esté esperando al despertar. Para los cubanos atrapados por la mafia genocida del PCC, la noche es un bálsamo recurrentemente ansiado y la aurora, su peor e inexcusable pesadilla. Exceptuamos a los habitantes de Mazorra por razones obvias. Imagino que dado el grado de destrucción actual del país a diferencia de entonces, hoy todos, todas y hasta todes, estarán esperando los polvos mientras exclamarán a su paso: bendita Calabacita! Honestamente no estoy seguro de que siga pasando, los polvos se le hayan terminado o no les alcance para todos. O peor, que se haya exiliado como yo.
Anoche soñé a lo grande. No es algo habitual pero hay veces en que las musas y Morfeo se confabulan sabiendo lo mucho que sufro el tema de Cuba, y me han regalado un sueño de esos de colores y aromas que hacen te invada una sensación de estar compartiendo con los Olímpicos.

Soñé que Cuba era un país democrático donde la libertad individual era el pilar de la sociedad. Los cubanos en paz con Dios al fin, dejaban atrás los tiempos de supercherías y falsas creencias reconciliándose con su Patrona y su Señor. Las escuelas de disímiles denominaciones sembraban de conocimientos a nuestros niños asegurándoles un futuro promisorio, mientras sus padres émulos gracias a las capacidades personales y oportunidades para todos, conseguían vivir con dignidad y provecho su tiempo de esfuerzos.
En una especie de alfombra paseaba por campos y ciudades comprobando que había vuelto la alegría de vivir y la música había regresado a cada esquina. No había filas de personas exceptuando en los aeropuertos por donde se recibía a gente de todo el mundo ávida de Cuba. La paz se respiraba en las calles pues habiendo desmontado el aparato militar, éramos finalmente la «Suiza de América». Literalmente.
Los políticos verdaderos servidores públicos y escogidos entre lo mejor de la sociedad, eran respetables y respetados allí donde fuesen pues representaban a un Estado que era tomado como ejemplo de honestidad institucional, y encima gestionándolo todo con los impuestos más reducidos de toda América. Y todos querían venir a una tierra de verdaderas oportunidades donde sus hijos sin dejar de ser la prioridad, compartían el pan y el vino con el extranjero pues las riquezas a todos alcanzaban.
Recuerdo que me llamaron la atención algunas particularidades que yo intentaba anotar como intuyendo que aquello pudiera no ser real. Como casi siempre se me olvida lo soñado, no quería pasarlas por alto.
No se gastaba dinero en proselitismo político y en los pueblos, los árboles de parques y calles eran todos frutales. Pasé por un mercado con tantas especies de peces como no había visto antes, y descubrí con alegría que los trenes circulaban en ambas direcciones a tal velocidad, que hacían las delicias de naturales y foráneos que finalmente podían visitar, conocer y disfrutar cualquier rincón de la isla. Allí donde fueses eras bienvenido, pues unos paisanos amables, educados y gentiles así te lo hacían sentir gracias al orgullo de saberse cubanos. Y es que despertábamos nuevamente la admiración de los pueblos. Claro, el «peso» había regresado y estaba realmente «garantizado con el oro»… y todos lo querían… otra vez.

Y entonces como pasa siempre cuando todo va sobre ruedas… desbarranqué. Mi mujer siempre oportuna, me despertó con el café de cada mañana.
Por un momento y dudando dada la dosis de realismo que acababa de vivir me fui a comprobar. Busqué «noticias – Cuba» y apareció el «órgano de la mafia». Abrí el primer pufo que encontré sabiendo de antemano lo que diría: «Más de un millar de consultorios médicos de la familia recibieron retoques reanimadores durante 2023, fruto de un programa en marcha en todo el país«. Vaya por Dios!

Y el café me ha sabido desabrido. Y he dudado incluso de la intención de la mujer. Y es que como soy hijo de mi exiliada realidad, reconociendo lo que se puede lograr en un marco de libertad a pesar de la banda de Sánchez que sufro pero gozo cada día… Ay Cuba, como dueles.
No sé porqué me ha venido a la cabeza aquello de «camarón que se duerme se lo lleva la corriente». ¡Maldita Calabacita que vales tú peso en oro!
